PRESENTACIÓN DE
ESPACIOS INSOSTENIBLES y
MI MEMORIA ES UN TOBOGÁN
de
NACHO MONTOTO
(FNAC, 6 de febrero de 2009)
Carmen Camacho
Buena tarde, toda ella, así se llueva.
Tengo el gusto –que es uno de esos gustos casi malsanos- de sacarme del cuerpo e intentar (no sé si lo conseguiré) poner en orden lo que me evoca este libro capicúa “Mi memoria es un tobogán” y “Espacios Insostenibles”, escrito del derecho y del revés por mil autores desperdigados, que hoy han hecho el esfuerzo de agruparse en un solo cuerpo y venir aquí, a este rincón de Sevilla. (Por cierto, ¿qué caserón sería el FNAC antes de ser FNAC o cualquier otra tienda, qué espacio insostenible, qué muertos de la memoria nos estarán ahora mismo observando? O mejor, ¿qué será de este lugar, no dentro de 2.000 años, sino luego, dentro un rato, cuando recojamos la voz y nos vayamos a tomarnos otra cerveza? Aquí, seguramente, quedará un Caín de este libro jodiendo con su quijada una pantalla de plasma).
A lo que iba, que me voy: aquí Nacho Montoto, compilador de puntos y seguidos, súmmum de Apocalipsis, poeta al filo –y perdón por la redundancia: que el poeta que no esté haciendo equilibrios en el borde de su propia lengua, no lo es-. Es un placer tener aquí al sonámbulo que escribió este libro.
Comienzo y desmembro, me vas a permitir, tus textos. Así como si fuera una filóloga borracha, o una crítica hidrófoba, verborreica, locuaz, imparable. Pero es que necesito decir.
Cuando tomé el libro de Nacho Montoto para leerlo, no supe por dónde cogerlo. Es más, me pareció definitivo el gesto que en ese momento yo tuviera: si abrirlo por “Mi Memoria es un tobogán” o por “Espacios Insostenibles”. No sé, de pronto, a las 17:35 de la tarde, aquella decisión me pareció absoluta. Como si de eso dependiera algo importantísimo, como si me tuviera que apuntar con el libro, así en plan ruleta rusa, en
−ESPACIOS INSOSTENIBLES
Comienzo por “Espacios Insostenibles”. Sé a priori que es la decisión menos lógica. Pero bueno, ¿y qué?
Aquí está, esto es. O mejor dicho: esto no es. En este libro, Nacho Montoto sabe estar sin fisura con respecto al arte contemporáneo, ya que él con su letra, pinta el cuadro de lo que no hay, y dentro de ese cuadro, sencillísimo, hay miles de cuadros dentro, sus Boscos ahí, sus Bacons, sus Dureros y sus Dalises si me aprietas. Mundos insospechados que sabemos que están. Utopía, le llama, X otras veces, o Kyoto, o yo qué se. No sé si buscabas, Nacho, llegar a Enoc. Un camino de espiral cuaja la luz hasta dejarla en cero, en blanco, en encefalograma plano… uf, qué frío.
Y sí, él lo dice con todas sus letras, que es una espiral donde nos mete. Y ya dentro, hace respirar al lector un vapor espeso que no veas, la luz quirúrgica de un mundo que no nos es tan extraño, las flores curiosas y el hormigón, la penumbra contra una pared a gotéele. Veo a Caín, veo su sueño. Veo el dolor que intuyes en ser Eva y con ello, un espacio habitado −que es mucho peor, tantas veces, que ser un lugar ignoto y solo−. Puestas sobre otra plancha, aquí podría haber grabado William Blake algún estrago contra la industria satánica. Aquí está, además, el lenguaje así deshecho, descomprimido, estallado… el jodío… Porque es un jodío, el Nacho. Pincha el lenguaje con puntos afiladísimos, de diamante, hasta que lo revienta. Y por ahí, sí, por ahí se ve el espacio insostenible. Mi enhorabuena, caballero, por tu lengua de vidriera.
Ah, lo tengo que señalar también, que es en eso te he disfrutado y más: los dos puntos de las espirales. Verán: Nacho le da al espacio con disolvente hasta convertirlo en un belén apocalíptico o en una parada moderna de trenes. Y de ahí, de haber puesto ese veneno de un muerdo, quedan en las frases los dos puntos, a modos de picadura de serpiente, los dos puntos, que supuran. Los dos puntos: la tipografía del mordisco.
Vuelta de hoja. Porque aquí sí que hay vuelta de hoja.
−MI MEMORIA ES UN TOBOGÁN.
Esperé para leerlo, sólo Dios sabe porqué, a estar sentada en el banco blanco y gélido de la Oficina de Correos. Me parece buen sitio ese, una antesala y, al fondo, ventanillas, para rascar palabras de un libro que se llama “Mi Memoria es un Tobogán”. Nacho, y el libro, convierten el edificio de correos, tan de mármol, en una especie de limbo y flotan ya estas letras en este otro líquido amniótico. Dónde se va a estar mejor que en la memoria, digo yo, mientras leo que ese niño, que este niño, quiere volver a estar frente a la leche ardiendo que alguien sopla. Así ni a ti ni a mí nos guste, ni de coña, la vida en diferido, Nacho, se está bien en la memoria aunque escueza y el espejo retrovisor se enganche con el sexo y tú sepas (no me engañes),
que ese Nacho que de aquí a un cuarto de hora bajará del tren, libro, botellín e ipod en ristre, en realidad está desnudo.
Leyéndote me acordé de lo que el otro día le leía a
Dejo aquí la invitación a esta lectura, amigos. Sólo dos cosas más, que no se me pueden quedar enganchadas por las sienes:
Que me alivia, muchísimo, comprobar el avance de la poesía que deja al lado la pamplina individual, materia estéril hasta para uno mismo, y se pone así, exploradora, multiplicadora de las posibilidades del lenguaje, y con él, de los mundos.
Y dos: que estaría bien, Nacho, ahora que lo pienso, que leer tu libro tuviera como recompensa, no sé…, por ejemplo, siete años de buen sexo. Que a veces no es fácil ni diario leer poesía que sólo aspire a ser poesía. Eso es un lujo, que el autor y sus lectores tenemos hoy alcance de nuestro pecho.
Os dejo con Nacho.
2 comentarios:
Vaya dos!!!
Mira Nach, que reflexivo-ido-pensativo-nervioso?
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