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sábado, 4 de junio de 2011

La Tierra


Un poema no puede durar más que la mejor canción de la tierra, pensar que la tierra es un hotel que alberga a millones de seres humanos no es un acto sumamente ingenioso. La vida es una oscura carretera que se eleva en el aire. Luz que brilla. El cielo y el infierno muestran el camino. Atravesar un corredor infinito, eso era el aleph… Puedes encontrarlo aquí, en este poema con apariencia de relato. Bailábamos en el patio, sudábamos el verano junto al vino y aquel licor de 1969 que nunca llegamos a beber. En mitad de la noche una voz nos susurró “bienvenidos al hotel de la tierra”. Qué linda sorpresa. El cielo, otrora rosado como aquel vino que nos tomamos en el merendero que estaba en la entrada del pasadizo, nos descarga sin piedad la distancia entre nuestra cabeza y las estrellas. Hay suficientes habitaciones para albergar a tantas mentes perturbadas. Llamemos amigos a esas mentes. A lo lejos,  muy lejos, divisamos un lugar ajeno al tiempo y a los espejos. Una prisión de cuchillos afilados. Un recuerdo del pasadizo. Paguen por vivir aquí, nos dijo el conserje de alas azules. Y es que un poema no puede durar mucho más que el acorde roto del universo.  Con la vista borrosa y las campanas repicando en lo más alto, apenas el susurro de una voz ancestral. Suficientes habitaciones en el hotel de la tierra. Bienvenidos a nuestro hotel. Un lugar encantador. No tenemos coartada para acabar este poema. Sólo a ella, sólo a ella...

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