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martes, 24 de febrero de 2009

El viaje definitivo (I)

Una vez, en la playa, cogimos un pez,
lo llevamos a casa dentro de un cubo
y lo metimos en un recipiente de plástico
lleno de agua del grifo, hasta rebosar.
Cada seis horas, mi hermana, echaba
puñados de sal dentro de la pecera.
A los tres días, amaneció flotando
sobre aquella superficie salina.
Hace ya un mes que nuestra abuela
está en una residencia de ancianos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

cuando lo leí (en la plaqueta esa q me diste), me gusto mucho, me parecio muy humano y guarda mucha relacion conmigo.
laura

Don Peperomio dijo...

vaya. Buena comparación. Espero al menos que vayáis a echarle puñaditos de sal a tu abuela de vez en cuando.

Anónimo dijo...

Tranquilo martín, mis abuelas no están en ninguna residencia.

Saludos.