Fueron mil anocheceres
seguidos, del uno al mil,
los recuerdo.
En tus ojos brillaban, sí,
no las estrellas, sino
los cuartos.
Crecieron ríos al paso
de tu sonrisa, en los
márgenes.
Decrecieron los mares
cuando te escondiste tras
la ventana.
Menguaban los sueños
de los niños a medida
que avanzabas.
Una de esas noches, al fin,
logré verte la cara,
tus mejillas.
De la noche siguiente
tan sólo un recuerdo:
este poema.
3 comentarios:
merci Nacho.
un saludo viajero.
muy bueno nacho.adolfo
Escribes delicioso.
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