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domingo, 17 de agosto de 2008

Hojas secas

Las flores, sí, las flores,
tan graciosas y tan débiles.
Nunca supe el porqué
te las ponías en el pelo.
Sí, tienes razón, empecé
a confundir sus pétalos
con tus mejillas.
Por eso, cada tarde,
bajaba al jardín mientras
tú dormías la siesta,
cada tarde hablaba con las flores,
les contaba cuánto te quería,
cuánto las quería.

Después, un par de ellas
me acompañaban
hasta tu habitación.
Recuerdo que las despedía
con un beso y las dejaba
descansar sobre la mesilla de noche.
Luego, al paso de unos días,
cuando se secaban,
las guardaba entre tus libros.
Las flores, tan graciosas y tan débiles.

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