Entre legañas de estrellas y sábanas manchadas amanece cada mañana el universo. Delante de esta ventana, la misma ventana de hace treinta años pasan las personas ante mis ojos: el infiel de mi vecino, los niños que van hacia el colegio cogidos de la mano de sus madres o el profesor ansioso por sumergirse en el sujetador de Nieves. Un grupo de rumanos preguntan si es ésta la Europa por la que conspiraba Víctor Hugo. Las esquinas prostituyen la noche, jóvenes ávidos de cariño perdidos en la selva urbana. 0igo coches tras un reguero de polución. Motocicletas embriagadas: donantes en potencia. De madrugada escucho cómo gime la hermana de mi vecina asediada por su cuñado. El ladrido de un perro es el argumento más claro en esta espesa vigilia. Ya dormido, sueño qué sol despierta noches extrañas, días cotidianos de sexo trabajo y mentira. Una vida adulterada. Escuchada su voz, Rose se dispuso a tejer gotas de lluvia. En su alcoba el vacío: océano evaporado. La sal recubría sus labios. El deseo se pinta en una pared con el carmín de las cerezas que revientan contra el blanco impoluto de la virginidad. Conocemos la existencia del espasmo: un tsunami tangible, físico, que derrota el ansia. Tus labios tocan el calambre y no es por falta de potasio. Es universal el dolor que provocan las noticias. El calor del sol propicia un amor de escarabajos. Lo sabían, aquellos tibios gestos a miles de kilómetros se debían al zumbido de una mariposa. Hoy la ciudad huele distinta, charcos de lluvia rojiza. No importa la edad, el sexo ni el color: siempre ocurre. La habitación estaba desnuda, las calles llenas de puntos negros. El mar vaciándose lentamente, los vómitos del hombre en la orilla. Montañas escupiendo entrañas. Tu cuerpo era una quimera. Se estremecen las hojas del limbo, brotan clámides de sus tallos que anuncian primaveras secas en sus enjambres. Cielos polinizados por proxenetas esperando renacer en otro vientre. Pese a ello, un sorbo de plomizo cielo anuncia el instante: en los ojos irisados de la tierra observabais flores de aire, el estremecedor silencio de las lenguas dio paso a un bosque de agua: hojaspeces en un mar etéreo. Hoy secas del incómodo sopor ya las lenguas se van envileciendo y van pronunciando nombres en vano desgajando el sueño de las pupilas, durmiendo el gusto en el vulgar silencio que nos muestran dos párpados cerrados. Así transcurrían las noches a expensas de camas para descansar, aguardando la vigilia del hambre. Los ríos habitan cuerpos sedientos que se desmenuzan en sus orillas, convirtiéndose en suave y dulce limo. Tras una historia de acogida buscamos saciar la orfandad en el calor de los cuerpos, junto al vacío de los ojos. No te encuentras pero te sabes y eso es lo importante. Yacen desnudos en mitad del desierto, han muerto de frío a pesar de los cincuenta grados.
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