La última vez que vimos llover lo hizo torrencialmente,
tu madre quitaba aprisa la ropa del tendedero,
mi hermana lloraba histérica en la cuna
-presagiando el desastre-
las alcantarillas trataban de beber aprisa el líquido elemento,
las aceras desembocaban la tragedia hacia la calzada.
La última vez que llovió con similar violencia
se desbordó el río, colapsó el puente limpiando sus cimientos
y la pasarela en un mismo envite.
Por aquel entonces la ciudad alumbraba en sepia,
los hombres llevaban sombrero
y los burdeles tenían un dulce acento francés.
Las lenguas de los ancianos avisaron primero.
Cuando evocamos el último diluvio
tu abuelo no sabía que ya había firmado
el fin de nuestra existencia, la sentencia de muerte.
¿Recuerdas qué felices éramos cuando flotábamos en aquel líquido amniótico?
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