Cuando un hombre despierta solo,
no muy lejos, en otra cama,
hay una mujer que sueña desnuda.
No sabría explicarlo, pero bien sé que
cuando mira a los ojos lo hace sin maldad
y da gusto encontrarse con ellos.
La locura es más mujer en sus labios,
en la violencia de su sexo reside su miedo.
Bajaba de la bicicleta, llovía,
pero el agua no oxidaba su olor.
Tocar sus manos era tarea difícil,
no presumo de buen tacto
pero sí de corazón caliente.
Presiento el sabor fresco de sus labios
como la mordedura a una manzana.
No sé si escribir un poema
o beberme una copa de vino a su salud.
La echo de menos, por no haberla tenido,
no duermo bien y dejé de rezar a los once años
por lo que no escupiré plegaria alguna.
La he buscado en mi cuerpo,
intenté acariciarla con mis dedos
pero nunca pude, sólo la toqué.
Los ojos como túneles.
Sus labios de espino provocan
una dulce herida al besarlos,
dejando como cicatriz un lunar rojo.
Cruzó la calle una tarde y desde entonces
sigo persiguiendo el fantasma de su sombra.
Ella: una llamada los domingos al anochecer.
Aquella noche brotaron raíces de mi pecho.
Por los parques la han visto pasar
derramando fresas de las manos
y cuentan que su voz, al hablar, sabía dulce.
2 comentarios:
Dulce, dulce amargura
felicidades a quien vayan destinadas las palabras.
"No sé si escribir un poema o beberme una copa de vino a su salud."
Ambas?
un saludo
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