Primero fue el ángel/ luego/ de sus entrañas/ brotó el Dios del progreso/ enquistándose en el pecho/ provocando el agrio sabor del pezón que amamanta/ el tecnoevangelio/ De los pechos de la ciencia brotaron los gozos de la tecnología/ de su mácula quedaron estériles los campos/ del último bocado de sus labios quedó el deseo de una red de mosquitos/ esperando picotear a toda innovación que pasara por su lado/ la misma sólo le otorgó un fingido gozo bajo los árboles/ ya muertos/ que no dieron más fruto que el de las vainas secas esparcidas por el mundo.
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