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martes, 8 de febrero de 2011

Tratado de coherencia ciudadana (el discurso)

El discurso. El famoso discurso. Asemeja a la guía de un coche de scalextric, si por un casual las trenzas de las escobillas no están en óptimas condiciones, nuestro coche no correrá por mucho que apretemos la pinza del mando. Nos pasamos mucho tiempo buscando un discurso que refrende nuestra identidad. Ocurre a todos los niveles. En literatura, en deporte, en política. La génesis del S.XXI viene precedida por una vida en democracia, se democratizó la cultura, la política, la libertad religiosa. Hijos y nietos de la democracia. Nuestros padres y abuelos lucharon por un futuro que muchos de ellos no tuvieron. Su lucha ha tornado en hedonismo. Nosotros no vivimos una dictadura, heredamos su memoria y ante la posibilidad de poder decidir nuestro presente hemos permanecido impertérritos, vendidos a la televisión, a la prensa escrita y a dejar que piensen por nosotros bajo un disfraz de democracia dictatorial. Compromiso. El compromiso ha tornado en individualismo exacerbado, nos servimos de palabras para construir un discurso individual y cada vez más deshumanizado, dejando de lado los hechos. Creemos que por escribir un poema, una novela o una columna en un periódico ya hemos hecho nuestro trabajo. La libertad de opinión nos ha llevado a esa ataraxia social en la que se ha convertido el hedonismo del S.XXI. Grande. La carencia es grande. No es la crisis económica el problema de fondo sino la crisis intelectual, la lacra social que supone escribir este post desde un ordenador, ajeno al movimiento. El cibersedentarismo deviene en parálisis social. En nueva realidad de tuiteros, facebookeros y comunicadores 2.0, se necesita algo más. Un mensaje. La construcción de un discurso que rompa con el modelo actual de sociedad sedentaria de ideas, repleta de derechos y deberes pero vacía de compromiso. El discurso. Es el momento de que entre todos elaboremos un discurso que no se base en la mera crítica de la observación sino en la práctica obligada del famoso ensayo-error, debemos equivocarnos, y mucho, para aprender a distinguir y proyectar el nuevo discurso que la sociedad necesita. Lo exige el sentido común. Las ciudades se empiezan a construir desde los ciudadanos y no a la inversa. Primero fue el verso, luego el poema. No limitarnos a la reseña, sino a la densidad del escrito. En definitiva, al discurso, mostrar que somos coherentes,  y que el concepto de ciudadanía va más allá del número que marca nuestro DNI.

1 comentario:

Gatokiller dijo...

Acabo de escribir un correo en el que instaba a mis compañeros precisamente a dejar de escribir correos y quejarse por skype, poner noticias donde los ricos se mofan, los pobres lloran y la radio describe despidos, EREs, cierres... que antes o después nos van a afectar. Hay que hacer algo, pero no tenemos claro que debemos mover ficha, esto es un medio para difundirlo, un potencial.

No me creo que todos los que han dicho que no votarán al partido que sea por apoyar la Ley Sinde, por hablar de algo cercano a este medio, realmente no lo votarán... ojalá me equivoque y haya alguna reacción. El discurso necesita respaldo de una sociedad que actúe en consecuencia. Desde luego, en algún sitio tiene que prender la chispa que nos quite la venda... y que sea pronto, porque ya no es sólo que apoyemos (únicamente) las causas que nos afectan como persona, sino que hemos alejado el límite donde deberían empezar a preocuparnos y eso es igual de peligroso.