Conozco a Luna Miguel. Y seré arbitrario. Pues toda crítica sobre poesía no deja de ser pura arbitrariedad. En este universo de ataraxia literaria Luna Miguel no supone un soplo de aire fresco, tampoco una ráfaga inoportuna o sorprendente que venga a dar un puñetazo sobre la mesa del endecasílabo. No. Luna Miguel es una bandera que, pese a su insultante juventud, ondea dentro de la capital del hedonismo poético. Conozco a Luna Miguel. He seguido desde hace mucho tiempo su relación con la poesía. No sorprende su precocidad. La única sorpresa es la reacción en cadena que supone su voz para bien y para mal. En una sociedad en la que la incipiente deshumanización tiene su reflejo en la literatura y sus corrientes críticas. En un queso cuya porción (poética) es ínfima respecto a otros géneros literarios, aparece Luna Miguel con un discurso que no es más que la génesis de un proyecto que brillará con luz propia durante la próxima década. Reivindicando que la poesía no está muerta. No salvando a la poesía. Consciente de que en mitad de la nada el hipo es mi discurso -dice Luna Miguel. Su poesía no es un aullido, que nadie se equivoque, es un grito que viene a decirnos, con rabia, todo lo que (no) debe, buscando al silencio como reclamo pero no dejando de decir mírenme, estoy aquí, ésta soy yo: poesía.
PARQUE DE LOS YONKIS
¿quién cojones se libra de su parte repugnante?
ANGÉLICA LIDELL
En el parque de mi ventana
hay flores de un solo color.
Blanquecinas como papilla,
huelen a fruta madura.
Miro el paisaje pequeño.
Sentada, junto al tocadiscos
y Daft Punk.
Apoyada sobre el cristal,
flores breves
entran por las rendijas.
Miro.
En el parque hay chustas
y jeringas.
Blanquecinas como las venas,
mis heridas
huelen a néctar.
Luna Miguel. Poetry is not Dead. DVD EDICIONES, 2010.
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