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viernes, 9 de octubre de 2009

Poemastro

Lo nuestro apenas da para una breve aventurilla

mientras

van

cayendo

las primeras hojas sobre los bancos del parque.


Una breve extensión de tiempo que sólo nos permite
dolernos, cuerpo a cuerpo, en el vacío de la noche.


Y qué triste es el sonido de dos cuerpos cuando se aman,
se decía…


Las caricias que no se dan son espinas,
los besos que evitamos: sombras blancas.


Consumidos

en la noche,

los amantes,

se enroscan

dentro

de un caparazón

de sábanas

y abrazos.


A pesar del calor, mueren de frío.

1 comentario:

Esther Cabrales dijo...

Morir de frío es triste