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viernes, 26 de junio de 2009

Adiós a la bohemia

Llevo varios meses dándome cuenta junto con mis amigos Indalecio y Pablo de que somos unos completos outsiders que vagamos errantes por las calles de España, dando tumbos en las esquinas del crepúsculo en sempiterna búsqueda de un espacio para nosotros en el que se aúnen las dos facetas que mejor nos caracterizan y que nos convierten en personajes malditos: la noche y el arte. Y es que los tiempos de la bohemia, en que literatura y vicio eran inseparables y los eventos relacionados con la creación y transmisión poéticas tenían lugar en los cafés, cervecerías, cabarets y prostíbulos parece haber tocado a su fin; los poetas malditos somos ahora más marginales que nunca, contemplando destrozados y carentes de un espacio propio cómo los disiecta membra del demi-monde crápula permanecen inertes y absolutamente extraños entre sí, desprovistos por completo del encanto que poseían cuando en un tiempo estuvieron unidos.
El mundo de la noche se ha convertido en un pestilente lodazal en el que chapotean niñatos de barrio bajo (cuando no de pueblo) que con suerte llegaron a hojear el Micho verde como lectura más reciente, así como belenes esteban de veintitantos años que por mucho vestido mono y taconazo que se pongan no logran esconder, en sus mechas y en sus ademanes, su procedencia sociocultural. El tema de conversación en una discoteca se limita a quién pincha en tal sala tal día, o cuándo es tal fiesta de house, o quién vende el mejor speed, o hay que ver que ya nadie trae MDMA ni pastillas: no pidamos más peras al limonero. Todo lo que tenga el más leve tufillo a cultura es visto con desdén, incluso con espanto, dado que actualmente los poetas de la noche tenemos que lidiar con una caterva de niñatos que no es que sean incultos, sino más bien anti-cultura. ¿Qué inquietudes intelectuales podría esperar ni el más optimista de verracos que, de lunes a viernes, no tienen mejor cosa que hacer que jugar a la play cuando rozan ya (o sobrepasan) la treintena? Los poetas malditos encontramos en esta insana muchedumbre la inspiración que nos ofrece lo hermosamente grotesco, lo que de divino hay en los flashes que bombardean la pista, en la marea de carne y sangre palpitantes que chocan entre sí, en la música atronadora que desde las alturas de la mesa de mezclas ruge grandiosamente, los paraísos artificiales que invocaba Baudelaire... pero a la hora de la verdad, nos sentimos totalmente incomprendidos y desdeñados en nuestra calidad de poetas por estas criaturas a las que coronamos con mirtos y consagramos en el pedestal de las figuras y los mitos literarios. Idos son los días, no tan lejanos, en que Truman Capote y Andy Warhol eran venerados por su arte en el Studio 54, marchito el tiempo en que Eduardo Haro Ibars y Leopoldo María Panero frecuentaban bares y discotecas... La noche está infestada de estulticia, y sólo se es aclamado en ella si te has liado con la hermana de un concursante de OT o si has estado tres meses en Gran Hermano 85ª edición.
El mundo literario, por otra parte, se ha tornado mucho más conservador con el paso del tiempo. Desde la movida madrileña no han vuelto a aparecer escritores malditos, salvo honrosísimas excepciones como quizás el grande entre los grandes David González. Lo que hoy día prolifera en la poesía joven son caras lindas que ni fuman, ni beben, ni se drogan, ni salen de fiesta más allá de las tres de la mañana, niños y niñas que sencillamente sacaban muy buenas notas en Lengua, se presentaron a un concurso, sonó la flauta y lo ganaron... poco más. La poesía se hace insulsa y edulcorada, e incluso en los momentos en que expone sentimientos o reflexiones de tristeza y dolor no resulta creíble, en tanto que nadie que no haya mirado a la cara y sentido en sus propias carnes el horror de la muerte, la miseria, la soledad, la marginación y los vicios puede estar capacitado para hablar de asuntos trágicos. Esta actitud abstemia y ridículamente sana del gremio literario en su conjunto da la espalda en cierto modo al poeta maldito, que no se siente ya perteneciente a un mundo de la cultura que considera aburrido, domesticado, insoportable por su corrección y falta de espontaneidad canalla. Esta situación incluso conduce a muchos no sólo a renegar del malditismo y despreciarlo, sino también a cuestionar su existencia en la actualidad. ¿Es que ya no se lleva ser poeta maldito? ¿Ha dejado de ser trendy y cool reflejar en el arte las experiencias de una vida disoluta? ¿Las directrices que imponen desde arriba los capitalistas de la literatura sobre qué temas son los que deben tratarse en una obra nos están obligando a decir adiós a la bohemia?
Hubo un tiempo en que Alejandro Sawa, Valle-Inclán, Francisco Villaespesa, Álvaro de Retana y Antonio de Hoyos y Vinent, Cansinos Assens, Pío Baroja y Manuel Machado creían estar solos y marginados, pero no lo estaban: tenían para ellos la noche madrileña, cuajada de cafés, de teatrillos, de tabernas y de locales de lenocinio donde abundaban las mentes talentosas y rebosantes de poesía o donde, por lo menos, su arte era valorado y aun aplaudido. El poeta maldito de un siglo después resulta ser más maldito, más incomprendido, más solitario y despreciado que nunca: cuestionada nuestra existencia, tachados de infelices obsoletos por el mundo literario oficial (como siempre ha ocurrido) e incomprendidos por la chusma poligonera que puebla exclusivamente la noche en nuestros días, los gatos nos resistimos a abandonar nuestros hábitos nocturnos, a decir un terrible adiós a la bohemia.

7 comentarios:

sara dijo...

Ser de pueblo no es nada malo, pero anti-cultura sí. Me ha gustado la pataleta, ¡olé!

Anónimo dijo...

Rectifico esa frase. Tienes razón: ser de pueblo no es nada malo, de hecho mis amigos Inda y Pablo son de un pueblo y son lo más!!!
Salud y Libertinaje

José Ignacio Montoto dijo...

Nunca diremos adiós a la bohemia, quizá encontremos la post-bohemia, o lo que puede ser la nueva de cepa de pop-bohemia, buen post Javi.

¡Saludos!

Domingo C. Ayala dijo...

NO y NO al adiós a la bohemia. Viva la cultura mezcla de poetas, músicos y fotógrafos entre humo y tintineo de hielo en los vasos!!

José Ignacio Montoto dijo...

De hecho, como bien saben Javier y Domingo, la poesía en los bares siempre está presente, quizá nuestro Gato Nocturno tenga que darse con mayor frecuencia algunas escapaditas fuera de Sevilla...

Ciudadano B dijo...

Plas, plas y plas (aplausos mil).

Toda la razón del mundo. La noche se nos llena de bichos anti-cultura y canis con mechas y coches tuneados. Es cierto, la gente con un mínimo de inquietudes tenemos pocos sitios a los que ir... pero, afortunadamente, AÚN no todo el monte es orégano.

Me apunto a esos términos que propones de Post-bohemia o, mucho mejor aún, la pop-bohemia. Creo que Agustín Fernández-Mallo sería un buen padrino.

Saludos.

Anónimo dijo...

sevillana dijo:

Cuidao que no hay cosa peor que un inculto o patán de ciudad. No confundamos las churras con las merinas. Los mas grandes artistas que ha dado el mundo mundial han sido de pueblo. Consulta, consulta por ahí...