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lunes, 30 de marzo de 2009

MI MEMORIA ES UN TOBOGÁN / ESPACIOS INSOSTENIBLES en AFTERPOST

El ecosistema poético de Nacho Montoto


Las primeras lluvias
recrean riachuelos
a ambos lados de la calzada.
Las colillas son singulares peces
nadando hacia el desagüe.
Caladas perdidas,
cáncer en el subsuelo.
Poéticamente Nacho Montoto ha escrito un complejo ecosistema: el mundo que se sostiene en un espacio artificial y la vida cada vez más desnaturalizada y, por eso mismo, abocada a la imagen del recuerdo. Poblados de sensaciones (componentes bióticos) y, sobre todo, llenos de cosas (componentes abióticos, físicos) lo versos se desdoblan en dos poemarios que describen un génesis distinto dependiendo de la lectura de uno, Mi memoria es un tobogán, o de otro, Espacios insostenibles, para acabar ambos, de todas maneras, entrelazados, simbólicamente, en un uni-verso mayor por medio del Ouroboros (discursivamente en codas poéticas tras los respectivos índices). De ahí la re-versibilidad: unos versos que se muerden la cola, como la mítica serpiente, uniendo así lo material y lo espiritual en un ciclo de eterna creación-destrucción.
La aparente escisión de este libro ha de entenderse, pues, en la reversibilidad de un sujeto poético que se bifurca y diversifica en un empeño cognoscitivo total en pos de superar cualquier límite (poético). Aquí, la imposibilidad de discernir tiene que ver, precisamente, con la multiplicidad espacio-temporal en la que el yo poético se construye a la vez que se deconstruye y viceversa, dependiendo de la elección lectora de los poemarios. La reversibilidad siempre remite al otro lado complementario. Por eso mismo, no se puede entender como dialéctica la relación entre los dos poemarios, ya que los versos de Espacios insostenibles dan cuenta de un nuevo tiempo que comienza a re-generarse, de igual forma que en Mi memoria es un tobogán se conforma un lugar propio y esencial (el de la memoria de una identidad poética), dentro de un lugar común y de convivencia (la plaza donde se encuentra el tobogán y la infancia). Así es como tiempo y espacio aparecen en tanto que incesante cronotopo:

Cada vez que vuelvo a ti
noto que mis cimientos se tambalean

Lejos de la idea de memoria histórica, la memoria poética de este poemario es, principalmente, orgánica. [Mi memoria]. En la parte titulada Nasciturus asistimos al nacimiento de una conciencia poética, que es anterior a la conciencia lógica del ser humano. En este sentido, la memoria funciona como un instinto poético: absorber el jarabe del corazón: sobrevivir. Si el alumbramiento natural de estos versos suponen un comienzo de obra (que ha de continuar), éste sería también el de la voluntad para dar inicio a un nuevo mundo, distinto y, acaso, mejor. [es] El re-nacimiento será posible, entonces, en el ejercicio recordatorio desde una realidad poco conciliadora y en la necesidad de poder ligarse al el mundo, hacia la incertidumbre (Peter Sloterdijk):

Y se marchó: la voz.
Insomnio: horas negras.
Tiran de tu sábana: fantasmas.
En un papel: el dolor /deja de ser dolor/
Cuando se hace insoportable
Tiran de tu sábana: recuerdos.

Insomnio: noches de cera
Y se marchó: su olor.

Los poemas de Mi memoria es un tobogán organizan un ecosistema poético cuyo desarrollo se sostiene en la percepción sensible de la realidad mediante el recuerdo. La constitución tópica de la infancia, se centra en el par vida-muerte, tal y como ocurre en el poema “En mitad del jardín”. Poco a poco, lo poemas de esta parte van adquiriendo diversos matices y, por tanto, nuevas percepciones del sujeto poético que desarrolla sobre esa realidad igualmente mutable. Por decirlo de alguna manera, lo orgánico y lo inorgánico van perdiendo sus claras delimitaciones para mostrar un mundo desordenado donde es difícil saber diferenciar lo natural de lo artificial, o lo que es igual, seres (cualidades) de objetos (calidades): Los coches se acuestan en las aceras, / besan los bordillos y buscan parejas / que reposen su sexo junto al retrovisor. Y es que la contraposición de estos dos componentes del ecosistema va apuntando hacia un espacio que se desarrolla -ecológicamente- insostenible (árboles henchidos de ceodós, agua putrefacta, contenedores, basura, ratas, vidrio, colillas, el cieno, etc.) y hacia una carne saturada de innumerables objetos (teléfono, ipod,…).
Sin embargo, la vuelta a la infancia de Nacho Montoto no sería, en términos de Gilles Deleuze y Félix Guattari, un recuerdo o una memoria, sino un devenir-niño en tanto que línea de fuga atemporal que el poeta realiza en el mismo acto de escritura. Estos versos serían, más bien, una fuga deslizante [un tobogán] hacia otros espacios, es decir, una puerta que se abre desde Mi memoria es un tobogán, pero que también se abre en Espacios insostenibles, lo cual vincula a los dos poemarios en un auténtico rizoma que hace devenir el uno en el otro:

Un placebo a punto de reventar
Bajo el sofocante calor del sol: el vacío es un agujero negro.
[...]
De ese mismo agujero pueden brotar residuos,

Galaxias, planetas, mares.
Los niños abandonando los jardines,

[de Mi memoria es un tobogán]

Un agujero negro, ahora lo llaman así. Los niños juegan en el parque. Mi memoria es un tobogán. Recuerdo el tiempo de las palomas. Nuestras gargantas necesitan una vía de escape: lágrimas. Recuerdo unos ojos. El universo es una gran mentira.

[de Espacios insostenibles]

Algunos versos, sintagmas y palabras se repiten en los dos poemarios. Los dos son un espacio-tiempo (d)escrito, el reverso del otro en el que se evidencia un reciclaje lingüístico muy significativo. Quizás en Espacios insostenibles esta especie de intratextualidad va más allá, pues en el devenir del propio poema, los versos de Mi memoria es un tobogán pierden su estructura original (sobre todo en su nivel sintáctico y semántico): el verbo, los nexos y los tropos. La supresión de segmentos textuales producidos por esta elipsis se intensifica con la aparición de un signo gráfico (:) que es, a la vez, un elemento extraño en el paisaje lingüístico-poético. El resultado, que nos recuerda bastante a las entradas de los diccionarios, son unos lugares distintos [espacios] e inmediatos que ahora significan, pero que parten de realidades (como significantes) ya existentes anteriormente.

Los glaciares: descongelación.
Los desiertos: arena vomitada.
El chocolate: bocado de sexo.
La noche: una locura.
Las faldas: templos para la oración.
Los pozos: sed.
Manantiales: negocios de sed

Habitan las afueras: rumanos.

El ecosistema poético ha cambiado. El sujeto poético se extingue en los versos para mostrar un mundo desordenado donde es difícil saber diferenciar lo natural de la artificialidad que se impone. De todas maneras, esta inversión jerárquica conlleva una tímida deconstrucción en el centro de la palabra misma: El universo es una gran mentira. La Verdad que Nacho Montoto quiere escribir -para desvelar- se hace imposible en la contaminación que suponen sus propios versos, de su escritura poética como constructo de espacios [insostenibles].
Por esta razón, en la parte titulada Luz asistimos al nacimiento de un espacio poético (doblemente) artificial, ya que, además del artificio que es el verso en sí, sus realidades mencionadas son también palabras o conceptos (pero ya sin verbo) que sostienen una realidad lingüística. Por eso, en un sentido gramatical, también serían insostenibles estos poemas, sin embargo esto es lo que hace posible su conexión (los versos aquí recuerdan a las direcciones de sites virtuales en Internet Explorer) poética con otra realidad:

Luz: ventana abierta / cortina recogida/
persiana en lo alto / gente en la calle.
Luz: foco de discoteca / colores en el techo/
halógenas en el W.C. / ultraviolet

El nivel de re-creación alcanza su cenit, precisamente, en la parte homónima (”Espacios insostenibles”) de este poemario. El poema de verso libre queda conformado en bloques de prosa poética, mientras que los marcados paralelismos sintácticos pasan a ser correspondencias textuales e hiperpoemáticas. La reunión entre ambos poemarios tiene lugar en estos versos, aunque respecto a las otras dos, “Luz” y “Espiral”, es una interrupción. Si en los espacios insostenibles antes señalados cualquier idea de verdad vital queda enterrada por un paisaje residual (el significado explicativo de las palabras después de los dos puntos), estos son ahora la descripción de otro paraíso original. Allí las categorías orgánicas e inorgánicas no se establecen ni se diferencian ya jerárquicamente, sino que pertenecen a un mismo enunciado (nombre con atributo) que se repite continuamente en imágenes de otra memoria posible: vuelve el verbo, el Eden (de la luna seca), (la pulpa) de la fruta prohibida, Caín, Eva, Yoko (Ono) y John Lennon, el hormigón, el aluminio, Kyoto, los parques, los agujeros negros, las tiendas de complementos, los niños, un tobogán…

Un cielo de aluminio. Un océano de fotosíntesis. Un campo de losas. Espinas luminosas de la noche. Germinaron los úteros congelados. Nidos de poliexpán. Los muros de hormigón. El estruendo del movimiento. No sé si buscabas llegar a Enoc.

Un complejo paraíso: versos que se crean y se deconstruyen cíclicamente como un ecosistema.

Antonio J. Alías


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