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viernes, 29 de febrero de 2008

Datos personales (I)


De pequeño esperaba que llegase el día
en el que tuviese la edad suficiente
para vestir pantalón largo.
Mi madre no vio mis primeros cortes
de cuchilla de afeitar.
Al poco tiempo de comulgar
aprendí a ungir a los enfermos.
Hoy quisiera volver a los tiempos
de pantalón corto en los que unos labios
soplaban con cariño sobre la leche
para evitar la quemadura de mi boca.

jueves, 28 de febrero de 2008

Día de descanso



La mañana perfila atardeceres en los edificios,
deja puertas abiertas en la casa
para que el aire inunde las habitaciones.
Las calles amanecen desnudas
ajenas a la espina de la madrugada.
Encontré tiempo para asomarme al balcón.
Los viejecitos desfilan hacia las iglesias mientras
los muchachos serpentean hasta los portales.
Un grupo de niños columpian la infancia
bajo la mirada protectora de sus madres.
El viento pasea el rumor ciego del aire,
consuela las llagas abiertas de los días,
limpia el diminuto lecho que habita
las sucias palmas de nuestras manos.
Es el tiempo de los bautismos de ceniza y espinas.
De jóvenes besándose a las puertas de las iglesias.

jueves, 21 de febrero de 2008

Afonía

En los brazos podridos de Francisco
el destino era la felicidad
Al contemplarlos: el corazón hambriento de vuestras madres.

domingo, 17 de febrero de 2008

Sequía (Fragmento)

La última vez que vimos llover lo hizo torrencialmente,
tu madre quitaba aprisa la ropa del tendedero,

mi hermana lloraba histérica en la cuna

-presagiando el desastre-

las alcantarillas trataban de beber aprisa el líquido elemento,

las aceras desembocaban la tragedia hacia la calzada.

La última vez que llovió con similar violencia

se desbordó el río, colapsó el puente limpiando sus cimientos

y la pasarela en un mismo envite.

Por aquel entonces la ciudad alumbraba en sepia,

los hombres llevaban sombrero

y los burdeles tenían un dulce acento francés.

Las lenguas de los ancianos avisaron primero.

Cuando evocamos el último diluvio
tu abuelo no sabía que ya había firmado

el fin de nuestra existencia, la sentencia de muerte.

¿Recuerdas qué felices éramos cuando flotábamos en aquel líquido amniótico?

miércoles, 13 de febrero de 2008

Gift of birthday

Cuando un hombre despierta solo,

no muy lejos, en otra cama,

hay una mujer que sueña desnuda.

No sabría explicarlo, pero bien sé que

cuando mira a los ojos lo hace sin maldad

y da gusto encontrarse con ellos.

La locura es más mujer en sus labios,

en la violencia de su sexo reside su miedo.

Bajaba de la bicicleta, llovía,

pero el agua no oxidaba su olor.

Tocar sus manos era tarea difícil,

no presumo de buen tacto

pero sí de corazón caliente.

Presiento el sabor fresco de sus labios

como la mordedura a una manzana.

No sé si escribir un poema

o beberme una copa de vino a su salud.

La echo de menos, por no haberla tenido,

no duermo bien y dejé de rezar a los once años

por lo que no escupiré plegaria alguna.

La he buscado en mi cuerpo,

intenté acariciarla con mis dedos

pero nunca pude, sólo la toqué.

Los ojos como túneles.

Sus labios de espino provocan

una dulce herida al besarlos,

dejando como cicatriz un lunar rojo.

Cruzó la calle una tarde y desde entonces

sigo persiguiendo el fantasma de su sombra.

Ella: una llamada los domingos al anochecer.

Aquella noche brotaron raíces de mi pecho.

Por los parques la han visto pasar

derramando fresas de las manos

y cuentan que su voz, al hablar, sabía dulce.

martes, 12 de febrero de 2008

Nightmare


No te escondas, no por más tiempo. Las ventanas dejan entreabiertos sus postigos.La madera se agrieta tan rápido como la piel de una madre. Un río de pelusas bajo tu cama muestra el camino hacia la soledad. La luz del pasillo no alumbra como hace veinte años. Las paredes manchadas de gotelé conforman lágrimas de cal. El silencio va tejiendo un aneurisma en tu lecho que provoca el más eterno de los sueños. Brotan gélidas raíces del suelo que abrazan violentamente tus piernas. La oscuridad provoca dulces llagas en las comisuras de los labios, calma las bocas hambrientas del deseo licántropo de la madrugada. Si miras fijamente al techo su vacío perforará tu mirada, tus ojos como túneles intentarán buscar la luz, pero no te escondas, no por más tiempo, ya no es necesario.


Ilustración: Nacho Montoto 2005

lunes, 11 de febrero de 2008

Campaña electoral


Bajaron por la calle con las manos bañadas en sangre

Los puños cerrados y los labios carcomidos

De sus bocas brotaban riachuelos de polillas

Mas esa sangre era agua manchada

Las niñas corrían despavoridas hacia sus casas

Los ancianos lloraban aterrados a su paso

Aquellos dos hombres de ojos tullidos

Agonizaban tendidos en las aceras

Sus huesos besaron violentamente las baldosas

Las palabras se derramaron en las alcantarillas

Horas antes gritaban a dúo al viento

Sin ninguna pulcritud sus vanas promesas

miércoles, 6 de febrero de 2008

martes, 5 de febrero de 2008

Kyoto no nos quiere


No podré asistir al suicidio del sol entre los dientes de las azoteas. El silencio me produce tal ansiedad que mi garganta se va secando, se agrieta y finalmente me ahoga. No busquéis dentro de mí, sólo tengo este vacío por compartir. Miles de personas acuden en silencio a las salas de cine en el más absoluto de los silencios. No robéis mi tiempo lo necesito tanto como el río al agua. Mi abuelo era una buena persona, mi madre también lo fue, los niños mueren de hambre, saciados mueren los hombres, en nuestros cuerpos fertiliza el carcinoma, comemos una dulce basura que revienta cada uno de los conductos que nos habitan. La última vez que lloró John Lennon fue a lomos de Yoko, pero eso no era lo importante, la bala, el cobarde, el hombre. Mis ojos necesitan una prótesis de plástico para poder diferenciar a hombres de mujeres. Lloré por la muerte de mi perro, pero nadie me vio, lloro cada día por la matriz, en el más espeso de los silencios. Mis huesos acabarán besando la misma tierra de Yahvé. Jugábamos en aquellos columpios y no necesitábamos más para ser felices. Mis hermanos lloran a destiempo. El líder es el antihéroe que cada día nos muestra el abismo hacia la felicidad. Tus ojos son hoy dos luciérnagas. Hemos amasado una bestia por cada latido que robamos al tiempo. Hoy tengo el miedo que se tiene al ver que la muerte puede producirse en cualquier instante y con los brazos podridos de caricias y mi boca herida por el silencio sólo puedo decirte que me será imposible asistir al suicidio del sol entre esos hierros que alimentan el tumor nuestro de cada día. Hoy nuestro sueño hiberna en una estación nuclear. Bien lo sabíamos ya: Kyoto no nos quiere.

lunes, 4 de febrero de 2008

Emergencia postcoital

Él: duerme plácidamente con sus calcetines puestos

Ella: busca desesperadamente sus bragas por toda la habitación