ÉL
Fue un incordio que se presentara en mitad de la cena, aún respirando pesadamente, dejando esos regueros de tierra por todo el salón. En fin, manchándolo todo. Por lo visto le habíamos enterrado mal. Venía a quejarse. Antes de golpearle en la cabeza (y, por supuesto, atarle bien en esta ocasión) dejamos que se sentara con nosotros y tomara un plato de sopa. La verdad, nos pareció que se lo había ganado.
Fue un incordio que se presentara en mitad de la cena, aún respirando pesadamente, dejando esos regueros de tierra por todo el salón. En fin, manchándolo todo. Por lo visto le habíamos enterrado mal. Venía a quejarse. Antes de golpearle en la cabeza (y, por supuesto, atarle bien en esta ocasión) dejamos que se sentara con nosotros y tomara un plato de sopa. La verdad, nos pareció que se lo había ganado.
2 comentarios:
de siempre te ha gustado ser un buen anfitrión. nacho, de seguro te gusta el microrrelato este porque te sientes identificado.
¡Ole! ¡Magnífico!
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