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miércoles, 13 de febrero de 2008

Gift of birthday

Cuando un hombre despierta solo,

no muy lejos, en otra cama,

hay una mujer que sueña desnuda.

No sabría explicarlo, pero bien sé que

cuando mira a los ojos lo hace sin maldad

y da gusto encontrarse con ellos.

La locura es más mujer en sus labios,

en la violencia de su sexo reside su miedo.

Bajaba de la bicicleta, llovía,

pero el agua no oxidaba su olor.

Tocar sus manos era tarea difícil,

no presumo de buen tacto

pero sí de corazón caliente.

Presiento el sabor fresco de sus labios

como la mordedura a una manzana.

No sé si escribir un poema

o beberme una copa de vino a su salud.

La echo de menos, por no haberla tenido,

no duermo bien y dejé de rezar a los once años

por lo que no escupiré plegaria alguna.

La he buscado en mi cuerpo,

intenté acariciarla con mis dedos

pero nunca pude, sólo la toqué.

Los ojos como túneles.

Sus labios de espino provocan

una dulce herida al besarlos,

dejando como cicatriz un lunar rojo.

Cruzó la calle una tarde y desde entonces

sigo persiguiendo el fantasma de su sombra.

Ella: una llamada los domingos al anochecer.

Aquella noche brotaron raíces de mi pecho.

Por los parques la han visto pasar

derramando fresas de las manos

y cuentan que su voz, al hablar, sabía dulce.

2 comentarios:

Esther Cabrales dijo...

Dulce, dulce amargura

sergisonic dijo...

felicidades a quien vayan destinadas las palabras.
"No sé si escribir un poema o beberme una copa de vino a su salud."
Ambas?
un saludo