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martes, 30 de octubre de 2007

La huida (IV)


Un volcán de ceniza rodeado de amapolas a punto de estallar. Un río de enjambres de miel: Cementerio de cera. No sé si buscabas llegar a Enoc. Caín es un pétalo herido. Tú un pobre niño en los labios de Eva. Tu nombre se clava en la mañana. El cielo es un holograma. Sus pantorrillas sudan encima de ti. Volcaste agujas en su boca. Mañana serás azul. No puedes enhebrar hilos de agua. Olvídalo. El viento recita el mismo verso helado. El patio asoma sombrío. Los ojos como pozos en el desierto. Tallos hendidos en el estómago. Mis manos abrazan el frío. Estado amniótico. Besos desterrados. El tiempo permanece en el aire. Abogo por lo rudimentario. El atardecer en el suelo. Los ríos habitan cuerpos sedientos. El carmín profana los labios. El calor deshace tu boca. Merece la pena. He visto sudar a la luna. La brisa esparce el silencio. Los párpados se cierran. Tus días clavados en la pared. El agua del mar sabía dulce.

3 comentarios:

eme dijo...

alguna vez las rodillas heridas algunas vez las palabras.

bello, sí señor.

sergisonic dijo...

toda esta huída suena en silencio anecoico, llena de sonidos extrañamente reales.

jochen dijo...

En la mayoría te pierdes un poco,en otros vas mucho mejor,este logra el impacto en la emoción.Saludos.