LAS MADRES
Mi infancia fue un laberinto
por el que cruzaba
de camino a casa.
Entraba a jugar
y las ramas de los setos
me arañaban los tobillos y los brazos.
Cuando me perdía
gritaba el nombre de mi madre,
que nunca contestaba.
Aquel lugar olía a meo,
había plásticos llenos de moco blanco.
Al correr (tenía miedo),
esquivaba las jeringuillas
y papeles de aluminio.
De los cuatro caminos
pronto aprendí
a recorrer el correcto.
Seguía buscándolo
sólo por el placer de hacerlo.
Supongo que como los otros niños.
Aprendí a sortear también las ramas
y a ser sigilosa.
Nunca conté lo que vi dentro
como todos, supongo.
Las madres (ahora lo sé)
nunca entraron a buscarnos.
Sara R. Gallardo
Epidermia.
El Gaviero Ediciones, 2011.
No hay comentarios:
Publicar un comentario