Que mueran los ciegos de pensamiento
y devoren sus ojos los gusanos
hundiéndose entre bocas de carmín
mientras besan los labios de la muerte.
Que revienten los oídos al oír su nombre
y se mofen los parias de su sangre,
derramada entre los restos del mundo
mientras ríen los cuervos en sus nidos
Que mantengan erguida su deshonra
sobre un lecho de ceniza y basura,
que soporten la carga de sus crímenes
ahogados por el magma de la entraña.
Sea Dios su tristísima esperanza.
2 comentarios:
el último verso lo remata y lo borda
Cuervos y dioses, todo tan macabro.
Qué bueno, Nacho.
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