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viernes, 29 de agosto de 2008

La cita

Como de costumbre a las 12:00 h. en la plaza del Museo. Puntual a la cita. Comenzamos. Manual de cordura esta mañana. Auschwitz por la noche. Un buen cómic. ¿Sabes qué? Tengo la pupila encallecida, por desgracia. El lacrimal seco. No pasan, de saltarse, un par de lágrimas a lo sumo. Eso es malo. Puede que sea demasiado solitario. Quizás excesivamente individualista. No, creo que no soy, de momento, lo suficientemente desconfiado. Confío en mi intuición y creo en mi trabajo. Escribir un poema es un acto de honestidad ¿Mañana? Mañana, de llegar ese día, intentaría ver a todas las personas que me importan. Sacaría al perro. Fumaría mucho e intentaría asegurar la publicación de mi último libro. Oye, de verdad ¿Estás seguro de que no nos miran? No, no es inseguridad. Es que… Me produce extrañeza todo esto. ¿Me estás grabando? Mira, has de saber que yo no estoy aquí por placer, imagino que eso te quedará claro. ¿No? ¿Entrar al museo? Bueno. La última vez que estuve por aquí estaba en la universidad. Aquel cervatillo siempre me llamó la atención. Vale, ya sé que no se puede tocar. No me importaría acabar en uno de esos sarcófagos. Aquellos sí que eran enterramientos en toda regla. Hoy nos llevaríamos a la tumba el portátil, el móvil y el iPod. No sé hasta qué punto hemos evolucionado ¿Y tú? ¿no te cansas de escuchar los problemas de la gente? Entiendo, es tu trabajo. El mío consiste en reflejar en un papel estados de ánimo. Dar mi visión sobre lo que me rodea. Sí, bueno, también en mostrar mis interioridades. Aunque cuesta, no es fácil. ¿Si la poesía sustituirá a los libros de autoayuda? Ojalá, no forraríamos. Bonitos pechos los de aquella Diosa ¿En qué pensarían estos romanos? Menudas juergas se corrían, sí. Por cierto, ¿conoces a la chica de recepción? Te he visto hablando con ella antes. La verdad, está muy, pero que muy bien. Alguna vez hemos coincidido en bares de culturetas. Tú sabes, las noches en esta ciudad no tienen desperdicio. Mira, fíjate en aquella escultura. Observa cómo abre las piernas bajo la atenta mirada de esos turistas. Parece querer calentar su marmóreo sexo, como mi vecina del quinto. Vaya, qué tarde es. He de irme ya. Mañana he de entregar el borrador definitivo a mi editor. La verdad, francamente, de la poesía no se puede vivir. Ya lo sabes. Y no, no creo que vea el partido de la champions league esta noche. No sé quien ganará la liga. Ni idea. Sólo puedo decirte que no me interesa el fútbol.

Bastante tengo ya con ingeniármelas para saber cuándo, cómo y dónde comeré la semana que viene. Por cierto, realmente, ¿estás seguro de que no nos miran? En el telediario dicen que nos tienen vigilados por todas partes. Entre los rusos y los americanos no nos dejan vivir. Tienes razón, y los japoneses. Ellos son los culpables de todo eso del cambio climático. Mandar tanto trasto al espacio no debe ser bueno. ¿No opinas lo mismo? No soporto estar vigilado por cámaras. Ni aquí ni por la calle mientras paseas. No sé dónde vamos a llegar con todo esto. A veces me hubiese gustado morir a los trece años. Sí, como Sharaija. Al final sólo las piedras acaban en los museos. Nosotros pasamos. Las piedras quedan. Por cierto: ¿Dónde está el baño en este lugar? Gracias por la indicación. (Menuda mañana llevo). Bueno, de nuevo, muchas gracias por la invitación. La próxima visita la pago yo. Mañana continuamos. De acuerdo, a la misma hora. Si me retraso te aviso. Sí, te firmaré ese libro. No te preocupes. Adiós.

1 comentario:

Esther Cabrales dijo...

Lo verdaderamente malo sería no tener esas dos lágrimas. Mientras haya glándulas lagrimales hay esperanza.

¿Poesía como autoayuda? lo dudo mucho. ¿Pizarnik como autoayuda? hombre, si es para arrojarse al vacío... quizás.