Mirar: Encender los ojos, la luz en la retina.
Respirar: Sentir el agua en los pulmones.
Sentir: Acariciar una fibra nerviosa.
Vivir: Habitar la corteza terrestre.
domingo, 30 de marzo de 2008
[EXISTENCIALISMO]
miércoles, 26 de marzo de 2008
Un poema de David Leo García
RESACA
Aunque el dolor existe más allá del diagnóstico
y vivimos también sobre la música
recién cortada, voy a especialistas.
Quiero saber qué es esto que del pecho
se extiende hasta el costado, que incluso en ocasiones
me paraliza el brazo izquierdo.
El médico investiga mi dolencia,
le robo el aire a su consulta, ausculta
mi corazón, aspiro, espiro, quiero
decir que pare. Seguirán
presentándose estos síntomas
cuando yo sea tierra.
Dice incluso
que es muy común
este dolor del hombro
que da hasta las rodillas, que los hombres
que lo tuvieron fueron muchos. No
cabrían
en el hogar
que habito a todas horas.
Satisfecho el doctor en su escritorio
dará en caligrafías inclinadas
su resultado de la revisión
y escribirá su nombre.
Hay otra firma
para la causa de alargar mi vida.
Que llamen al siguiente. Enfermo a casa
me vuelvo, esclarecido. El duplicado
se quedó allí, el recibo de mi fiebre,
lo que han sacado en claro de lo oscuro
de mis entrañas largas. Y allí queda:
un folio al que hacen hueco otros papeles,
día de hoy con la insania de otros días,
dolor arrinconado entre otros tantos.
(David Leo García, DEMANDA DE SOL,Málaga 2007,
Publicaciones de la Antigua Imprenta del sur)
lunes, 24 de marzo de 2008
Un poema de José Daniel García
despertamos del coma, instante hermoso
que hermanas a los vivos con los muertos.
Los párpados oscuros fragmentaron
el núcleo carcelario de los ojos.
La luz fundió los restos del acero
inoculando vida a las retinas.
El blanco de las sábanas, las rosas,
la mano de la madre, los goteros...
Todo era novedad. Todo memoria.
Sin embargo, los cuervos regresaron,
percutores de ébano y saliva.
El rumor de crisálida cesó.
(José Daniel García, COMA, Premio Hiperión 2008)
miércoles, 19 de marzo de 2008
Historia de una razón crítica (I)
Empezar un libro por “no dicen” es un peligro al que se expone cualquier autor. No dicen las lenguas abisales que el mar lo inundará todo. Esto no es un ensayo, tranquilidad. Cuando a las seis de la mañana suena el reloj, en lo último que una persona piensa es en poesía. Corre aprisa hacia el baño, se lava la cara, o bien se ducha, se viste, y corre a tomarse un café. Después de todo eso se apresura al baño y hace de tripas, no de corazón. Luego, baja las escaleras y se dirige rauda y veloz hacia su centro de trabajo. En ese intervalo de tiempo le ha dado tiempo a pensar cómo quedará su equipo de fútbol en las semifinales de champions, qué es lo que comerá a mediodía, cómo escaparse antes del trabajo y quién será su compañera de noche. Cada mujer que ha probado su cama tiene el nombre de una canción de The Beatles. Su preferida siempre fue Yesterday aunque dice que Help siempre le ayudó a pasar buenos momentos. Dejemos el ingenio a un lado. Para eso ya están los lobbies editoriales. Los escritores tienen, en su mayoría un gran problema de ego. No lo saben, pero su mierda tiene el olor universal de la mierda. La literatura es hoy víctima del marketing. El marketing es una chapa clavada en la solapa de una chaqueta. Hoy Góngora sería un Punkie de categoría y Quevedo, probablemente, el mejor perfopoeta del mundo. Desconfío de los eruditos que van construyendo analfabetos allá por donde imparten un taller de escritura. Sí, he dicho construir y no crear, para crear hay que ser sumamente inteligente, para construir sólo hace falta terreno y dinero. Sólo eso.
lunes, 17 de marzo de 2008
Un poema de Diego Vaya

ALGUIEN me ha entregado
unas pocas semillas.
Las sostengo, y hay algo que nos une
y que está por encima del instante
donde vamos cogidos de la mano.
Generosas semillas,
con qué firmeza arraigaréis en tierra,
ignorando el destino que os aguarda.
(Diego Vaya, EL LIBRO DEL VIENTO,
Accésit Adonais 2007)
lunes, 10 de marzo de 2008
Cambio climático

miércoles, 5 de marzo de 2008
Vacío
El vacío, cuentan, se mide en el aire y es tan pesado como el aguacero. A pesar de todo, este vacío es rellenar agujeros de viento con la ausencia de un recuerdo. En cuanto a la voz de la calle, por más que la escuches, aun cuando por tenaz cantinela de medianoche, mas por que asome sus labios en las aceras, no dejará de ser suelo, en cuanto pisemos, en cuanto pises, su piel con la suela de los zapatos. He de decir que los pasillos de salud mental me recuerdan a las galerías de los museos: frescos, rostros oleaginosos, minimalistas, buscando la forma -el dibujo- dando ligeras pinceladas en busca de la primera y -acaso- la última obra de arte. Nos pasamos la vida respirando el humo de un tubo de escape. Tras los árboles se esconde la última orina de un perro, el arriate majestuosamente abonado, el olor del desodorante. Sudar es demasiado erótico pero eso ya lo sabías. Hoy vivimos presos de la horca: el nudo de una corbata, la faja desmedida, el estorbo, eso es, el estorbo de intentar ser, para no ser nada. Recuerdo a la chica del segundo bé: se quitó la camisa y poco a poco se vació el mundo alrededor de su cuerpo, ahogando la habitación con su ser. No sé qué será de ella ahora. El primer poema que te escribí fue algo parecido a un un alambique que me ayudase a destilar la última gota de ti que aún permanecía en mi cuerpo. Recuerdo los pasos que te llevaban a ese bar, los zapatos que se amoldan a tus pies, el sustento del mundo, el cimiento del edificio, cuida tu azotea –dijiste- recoge la ropa, vaya a ser que el viento se la lleve y te quedes desnudo ante los demás. Termino de escribir bien entrada la madrugada: estoy dormido, tanto, que casi no respiro. Me queman los ojos cuando miro tu fotografía. Mi tiempo es breve, el cigarro se consume tan rápido como tu sonrisa; ceniza: las comisuras de sus labios. Paseo por la calle y observo cómo abre las piernas aquella escultura para la mirada de los turistas, deseando que el sol caliente su marmóreo sexo, como mi vecina del quinto. Por la noche un río de farolas alumbra un parque de botellas junto a bazares de betún en latas de conserva -y a algunos les parece bonito -bajo el aroma de las heces -domesticadas- de sus perros. Definitivamente, Dios se equivocó de collar.